DEFINICIONES Y CLASES DE AMOR
Las diferentes facetas del
amor, clasificadas y explicadas.
Al hablar de la voluntad dijimos que una de
las cinco formas de querer podía llamarse amor de benevolencia. La benevolencia
como actitud moral también nos es familiar: consiste en prestar asentimiento a
lo real, ayudar a los seres a ser ellos mismos.
Si pensamos un poco más en
esa definición, y sobre todo en esa actitud, enseguida descubriremos que
consiste en afirmar al otro en cuanto otro. Esto también puede ser llamado amor:
«amar es querer un bien para otro».
El amor como benevolencia consiste, pues,
en afirmar al otro, en querer más otro, es decir, querer que haya más otro, que
el otro crezca, se desarrolle, y se haga «más grande». Esta forma de amor no
refiere al ser amado a las propias necesidades o deseos, sino que lo afirma en
sí mismo, en su alteridad. Por eso es el modo de amar más perfecto, porque es
desinteresado, busca que haya más otro. También podemos llamarlo amor-dádiva,
porque es el amor no egoísta, el que ante todo afirma al ser amado y le da lo
que necesita para crecer. Por eso, amar es afirmar al otro.
Sin embargo,
también existe la inclinación a la propia plenitud, un querer ser más uno mismo.
Esto es una forma de amor que podemos llamar amor-necesidad, porque nos inclina
a nuestra propia perfección y desarrollo, nos hace tender a nuestro fin, nos
inclina a crecer, a ser más. Por eso podemos llamarlo también amor de deseo.
Esta forma de amor es el primer uso de la voluntad, que hemos llamado
simplemente deseo o apetito racional. Según él, amar es crecer. En cuanto la
voluntad asume las tendencias sensibles, en especial el deseo, éstas pueden
llamarse también amor, en el sentido de amor-necesidad o amor natural: «se llama
amor al principio del movimiento que tiende al fin amado», como dijimos al
clasificar los sentimientos y pasiones.
Hay que decir, sin embargo, que
llamar amor al deseo de la propia plenitud, a la inclinación a ser feliz, a la
tendencia sensible y a la racional, puede hacerse siempre y cuando este deseo no
se separe del amor de benevolencia, que es la forma genuina y propia de amar de
los seres humanos. La razón es la siguiente: el puro deseo supedita lo deseado a
uno mismo, es amarse a uno mismo, porque entonces se busca la propia plenitud, y
la consiguiente satisfacción, y, por así decir, se alimenta uno con los bienes
que desea y llega a poseer. Pero a las personas no se las puede amar simplemente
deseándolas, porque entonces las utilizaríamos para nuestra propia satisfacción.
A las personas hay que amarlas de otra manera: con amor de amistad o
benevolencia.
Así pues, el amor se divide de un primer modo, que es
considerando su forma, uso o manera, que es, como se acaba de ver, doble: el
amor-necesidad y el amor dádiva.
En las acciones nacidas de la voluntad
amorosa, que se explicarán después, sucede algo realmente singular: El quinto
uso de la voluntad (el amor dádiva) refuerza y transforma los cuatro restantes,
empezando por el amor necesidad o deseo. Hay, pues, una correspondencia del amor
de benevolencia con el amor-necesidad y los restantes usos de la voluntad, de la
cual resulta que éstos se potencian al unirse con aquél. Antes de
exponer esas acciones, y para terminar la exposición general acerca del amor,
son necesarias tres precisiones:
1) Todos los actos de la vida
humana, de un modo o de otro, tienen que ver con el amor, ya sea porque lo
afirman o lo niegan. El amor es el uso más humano y más profundo de la voluntad.
Amar es un acto de la persona y por eso ante todo se dirige a las demás
personas. Sin ejercer estos actos, y sin sentirlos dentro, o reflexionar sobre
ellos, la vida humana no merece la pena ser vivida.
De aquí se sigue que el
amor no es un sentimiento, sino un acto de la voluntad, acompañado por un
sentimiento, que se siente con mucha o poca intensidad, e incluso con ninguna.
Puede haber amor sin sentimiento, y «sentimiento» sin amor voluntario. Sentir no
es querer. En las líneas que siguen se pueden ver muchos ejemplos de actos del
amor que pueden darse, y de hecho se dan, sin sentimiento «amoroso» que los
acompañe. El amor sin sentimiento es más puro, y con él es más gozoso. Pero
ambos no se pueden confundir, aunque tampoco se pueden separar.
Ese
sentimiento, que no necesariamente acompaña al amor sensible o voluntario, puede
llamarse afecto. Amar es sentir afecto. El afecto es sentir que se quiere, y se
reconoce fácilmente en el amor que tenemos a las cosas materiales, las plantas y
los animales, a quienes «cogemos cariño» sin esperar correspondencia, excepto en
el caso de los últimos. El afecto produce familiaridad, cercanía física, y nace
de ellas, como ocurre con todo cuanto hay en el hogar. Pero además de afectos,
el amor tiene efectos: como todo sentimiento, se manifiesta con actos, obras y
acciones que testifican su existencia también en la voluntad. Los afectos son
sentimientos; los efectos son obra de la voluntad. El amor está integrado por
ambos, afectos y efectos. Si sólo se dan los primeros, es puro sentimentalismo,
que se desvanece ante el primer obstáculo.
2) Uno de los
efectos del amor es su repercusión en el propio sujeto que ama, y se llama
place, que es el gozo o deleite sentido al poseer lo que se busca o realizar lo
que se quiere. De este modo «el placer perfecciona toda actividad» y la misma
vida, llevándola como a su consumación. Se pueden señalar dos clases de
placeres: «los que no lo serían si no estuvieran precedidos por el deseo, y
aquellos que lo son de por sí, y no necesitan de esa preparación».
A los
primeros podemos llamarles placeres-necesidad, y nacen de la posesión de todo
aquello que se ama con amor-necesidad, por ejemplo, un trago de agua cuando
tenemos sed. A los segundos podemos llamarlos placeres de apreciación, y llegan
de pronto, como un don no buscado, por ejemplo, el aroma de un naranjal por el
que cruzamos. Este segundo tipo de placer exige saber apreciarlo: «los objetos
que producen placer de apreciación nos dan la sensación de que, en cierto modo,
estamos obligados a elogiarlos, a gozar de ellos», por ejemplo, todos los
placeres relacionados con la música. Se sitúan en el orden del amor-dádiva
porque exigen una afirmación placentera de lo amado independiente de la utilidad
inmediata para quien lo siente. El término satisfacción, que se puede aplicar al
primer tipo de placer, esclarece también lo que se quiere indicar con el
segundo.
La idea más habitual acerca del placer lo restringe más bien a la
fruición sensible y «egoísta» propia de los placeres-necesidad (dejarse caer en
el sillón al llegar a casa), pero tiende a dejar en la penumbra la satisfacción,
más profunda, de los placeres de apreciación (encontramos un regalo en nuestra
habitación). Los placeres gustan al hombre, de tal modo que los busca siempre
que puede. Está expuesto por ello al peligro de buscarlos por capricho, y no por
necesidad, haciendo de ellos un fin, incurriendo entonces en el exceso (beber
más de la cuenta si estamos sedientos). Enseñar a alcanzar el punto medio de
equilibrio entre el exceso y el defecto de los placeres corresponde a la
educación moral, que produce la armonía del alma.
3) La
división del amor en amor-necesidad y amor-dádiva se hace, como se ha dicho,
según el modo de querer en uno y otro caso (primer y quinto uso de la voluntad
respectivamente). Sin embargo, también se puede dividir el amor según las
personas a quienes se dirige, según tengan con nosotros una comunidad de origen,
natural o biológico, o no lo tengan.
En el primer caso, se da una cercanía y
familiaridad físicas que hacen crecer espontáneamente el afecto: padres, hijos,
parientes... Este es un amor a los que tienen que ver con mi origen natural.
Podemos llamarlo amor familiar o amor natural. Cuando no se da esta comunidad de
origen, el tipo de amor es diferente: lo llamaremos amistad, que a su vez puede
ser entendida como una relación intensa y continuada, o simplemente ocasional.
Un tercer tipo es aquella forma de amor entre hombre y mujer que llamaremos eros
y forma parte la sexualidad, y de la cual nace la comunidad biológica humana
llamada familia: es un amor de amistad transformado, intermedio entre esta
última y el amor natural.
Elaborado por:
Maribel Elena Morales de
Casas
Chitré. Panamá.
UNIVERSIDAD LATINA DE PANAMA. SEDE AZUERO
Y
como queréis que hagan los hombres con vosotros, así también haced vosotros con
ellos. (Lucas 6:31)
Que Dios te bendiga.
Recopilado por:
alimentoparalamente@gmail.com
Los valores son las cualidades de las acciones y las cosas que permiten ponderar la bondad, maldad, belleza, fealdad, etc.
Los argentinos, a diferencia de los norteamericanos o europeos, no se identifican con el Estado. El Estado es impersonal y el argentino solo concibe una relacion personal. Tiene una puja por los valores individuales y comunes. Habla de los valores cada vez que hay crisis, en los discursos politicos, los actores sociales, en la television o en los cafes. Se habla de los valores en forma general, pero tambien se habla de valores tradicionales, patrios, solidarios, amistosos, setentistas, etc *
Pero, de que valores hablamos cuando hablamos? y con cuales nos conducimos?
Primero hay que entender que si bien los valores en esencia son permanentes, las poblaciones, las sociedades, cambian y por lo tanto tambien lo hace su apreciacion y comportamiento respecto de ellos, de manera que la matriz "valoracion" varia, tanto en cuales son los que estan presentes como cual es la ponderacion de cada uno de ellos.
Como lo importante a los fines sociales no es la retorica sino la realidad, habria que ver si aquello que desea como conducta social se corresponde con la manera que esa misma gente se conduce.
* REY, Pedro. "Los valores argentinos, en su laberinto" LA NACION, Buenos Aires, Argentina. 23 de noviembre de 2003, 7 Seccion "ENFOQUES".
Pero, de que valores hablamos cuando hablamos? y con cuales nos conducimos?
Primero hay que entender que si bien los valores en esencia son permanentes, las poblaciones, las sociedades, cambian y por lo tanto tambien lo hace su apreciacion y comportamiento respecto de ellos, de manera que la matriz "valoracion" varia, tanto en cuales son los que estan presentes como cual es la ponderacion de cada uno de ellos.
Como lo importante a los fines sociales no es la retorica sino la realidad, habria que ver si aquello que desea como conducta social se corresponde con la manera que esa misma gente se conduce.
* REY, Pedro. "Los valores argentinos, en su laberinto" LA NACION, Buenos Aires, Argentina. 23 de noviembre de 2003, 7 Seccion "ENFOQUES".
DISCUTIREMOS SOBRE CUALES SON LOS VALORES QUE LA SOCIEDAD ARGENTINA TIENE Y CUALES DEBIERA
DEFENDER, DESARROLLAR Y DESTERRAR.y l
as cosas que permite ponderar la bondad, maldad,
domingo, 21 de octubre de 2012
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